lunes, 3 de agosto de 2009

"No te escucho, soy de palo, tengo orejas de pescado.."

Acostumbramos a querer saberlo todo. Es la curiosidad, el afán de descubrir, de saber, de no sentirnos ignorantes. Es lo que nos hace preguntar, exigir una confesión, espiar, escuchar detrás de la puerta.
Morimos de ganas de obtener la verdad.
Pero...¿realmente queremos eso? ¿Realmente queremos saberlo todo?
Hay cosas que no queremos enfrentar, problemas a los que no podemos sostenerle la mirada, asuntos que no estamos preparados para digerir.
Preferimos negarlas, levantar una invisible muralla en un vano intento de preservar nuestro mundo de aquello que amenaza con hacerlo tambalear. Nos resguardamos de aquello que no queremos asumir. Negamos la realidad, nos volvemos sordos a ella, pretendemos que no existe.
Negar es parte de la naturaleza humana. Negar es parte del proceso.
Tapamos los gritos con música, cubrimos las ventanas con velos.
Nos aislamos de eso que no queremos ver, oír, sentir. Negamos aquello que no queremos saber, o enterramos las señales que confirman que eso que tememos quizás sea verdad, aunque no queramos que lo sea.
Pero tarde o temprano, de una forma u otra, todo cae por su propio peso. Y esta implacable fuerza de gravedad no respeta a cuanto obstáculo hayamos colocado premeditadamente en su camino.
Y cuando la verdad por fin nos alcanza, golpea con la fuerza de mil tsunamis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario